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Aquicha, mi padre

El crítico musical fue él, no yo.

Publicado: 2014-06-15

Fui su hijo pródigo, seguramente lo sigo siendo pues en el reino donde habita ahora no debe estar feliz conmigo, y es que su espíritu crítico fue su principal aporte en mi vida. Una estampa lo pinta entero, cuando le dije que iba a ser el primer peruano que escribiría para la revista “Rolling Stone”, solo me preguntó: ¿te pagarán por esa cojudez?

La papa sale con huayno

Mi padre se llamó Pablo Aquilino, solo los más íntimos lo llamaron “Aquicha”; él rompió con una tradición: de joven, incendiario y de viejo, bombero, él lo hizo al revés. Ahondando en su historia comprendí que tuvo que ser “bombero” por necesidad, mejor dicho fue militar porque no tenía otra opción, era un adolescente provinciano que arribó a una Lima marginadora. “La institución fue como un padre para mí”, decía.

aquicha, hijas, y la familia rodríguez

En lugar de preocuparse por ascender en su carrera militar se preocupó por ascender con su vuelo mental, se especializó en filosofía y ciencias sociales haciéndose educador, como profesor fue apasionado no sólo en las aulas sino fuera de ellas, fue dirigente del SUTEP y tuvo problemas por ello.

Y es que nunca estuvo conforme, hasta en su lecho de enfermo terminal seguía dando sugerencias y aportes para mejorar su casa, su barrio, la asociación de su pueblo, y –si pudiera- el país, quizá esto último parezca demasiado pero no lo es, dado su empeño inconforme llegó a visitar autoridades, congresistas y hasta algún ministro.

“La papa sale con huayno” me decía, de niño, cuando me veía comiendo los sabrosos platos de la gastronomía serrana, era su manera de querer inculcarme el folklore del ande, lamentablemente no hubo entendimiento y empezamos a distanciarnos, cometí el error de darle la contra en la música y en diversos aspectos de la vida pensando ser distinto a él… me equivoqué.

El huayno sale con alma

cancionero de folklore andino

Él nació en Ayacucho, quizá ahora lo puedan entender un poco. Tierra agitada por naturaleza. Y claro, amaba el folklore de su tierra, aunque sin dejar de gustar del folklore andino en general; había comprado cancioneros y tenía una colección de músicos entrañables, algunos de los cuales los había visto en los coliseos, en teatros y hasta en casas de familiares: Raúl García Zarate, Pastorita Huaracina, Los Puquiales, Princesita de Yungay, Los Errantes, la Familia Rodríguez, Edwin Montoya, Jilguero del Huascarán, Los Campesinos, Martina Portocarrero, El Picaflor de los Andes, Manuelcha Prado, Jaime Guardia

Y justamente, sin pretenderlo, me dio a conocer al genio del charango Jaime Guardia, al destacado arpista Rosauro Medina y quien sabe a cuantos músicos más que hoy son glorias, cuando tocaban en algún cumpleaños en casa de mi abuela; yo, apenas un púber, iba descubriendo a esos maestros mientras la hacía de “ingeniero de sonido” o mejor dicho, de encargado de grabar en casetes, esas fiestas familiares. Tengo algunos para dar fe de ello.

aquicha y familia

Aunque siempre en casa se escuchaba música diversa, gracias a mi madre y familiares, mi padre solo escuchaba folklore andino hasta que un día viajó a Chile, de allá vino con algunos discos, entre ellos le agradaban más los de Fernando Ubiergo y de Los Jaivas. Y es, casualmente, un concierto de Jaivas en el Campo de Marte de Lima el primero de mi vida. Él me invitó.

Tiempo después, siguiendo mi propio camino, empecé a experimentar con la música cuando se originaba en Lima el denominado “rock subterráneo”, básicamente influenciado por el punk, movida en la que me sumergí, la distancia entre nosotros se hizo más triste.

Algunos años después, escuché, por primera vez, música campesina grabada en situ, nada me estremeció como aquella música de nuestra tierra adentro, pensé que al compartirla con mi padre nos acercaría, no ocurrió así, luego Lima parecía a punto de explotar entre dos fuegos, moría mi madre y mis abuelas, y…

Vuelvo a la actualidad. Empieza el día del padre mientras escribo esta crónica; en la TV, en el canal del Estado, están pasando el especial de Manuelcha Prado, Princesita de Yungay y músicos invitados y pienso, ¡cuánto le hubiera gustado a mi padre ver ese concierto! Esa unión de dos músicos de distinta procedencia geográfica.

Pocas veces lo veía feliz, siempre cuando había música y músicos a su alrededor, sobre todo festejando sus cumpleaños. Cantaba, tocaba, bailaba, y no necesariamente hacía todo eso bien, parecía otra persona.

Nunca le entendí hasta que viajé a Ayacucho, y ahí comprendí que, cuando llevas la música en las entrañas no necesita micros, ni amplificación, habita en ti y te transforma.

Un muy joven artista

Cada mes de agosto se realizaba en el pueblo de Toma, la fiesta del agua; un año del cual no recuerdo, unos señores convencieron a mi madre para que yo baile, con vestuario, junto a otro niño del lugar, quizá alguna virtud vieron en mí para desempeñar esa actividad artística. Ella me acompañaría.

Para cumplir el compromiso de baile tuvimos que hacer ensayos con músicos que tocaban quena y percusión. El día señalado, muy temprano, nos dirigimos al lugar donde se recoge el agua de regadío, estaba muy lejos del pueblo; la gente caminaba por un largo recorrido y nosotros, los niños, íbamos bailando al son de la música. Cuando llegamos al pueblo de Toma, que era un caserío de mi distrito, mucha gente estaba reunida en la plaza y nos atendieron a todos, con esmero y cariño. Eso me impresionó.

La mayoría de la población era analfabeta pero eso no impedía que sean educados y hospitalarios. Ellos comentaban en quechua que éramos de un pueblo grande, de buenas familias, un poblador me agradeció por el esfuerzo de haber venido a bailar hasta su humilde caserío y, asimismo una autoridad del lugar agradeció a mi madre por permitir hacerlo. Me sentí muy contento… nunca antes había sentido que era útil para algo, nunca antes me había sentido una persona”.

Este texto dictó mi padre a su segunda esposa, Leito, en su lecho de muerte, un texto que fue parte de una autobiografía que sus hijos hemos editado como una manera de mantenerlo vivo entre sus familiares, colegas y amigos.

A ti papá va también este texto que quizás no lo consideres bueno, lo entendería, yo tampoco lo consideraría así, ¿ves cómo al final de cuentas nos parecemos? Solo algo más te digo, escribo, no porque considere que lo haga bien sino porque me sale de las entrañas aunque ahora haya huayno y aunque no haya papa… Papá.


Escrito por

Wili Jiménez Torres

Wili Jiménez Torres de Lima (Perú) es Comunicador Social, dedicado a la música y +


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